"Renunciar" abandonar, admitir o aceptar que algo o alguien salga de tu vida
voluntariamente”
Doris Rodríguez
La mayoría de las personas
no están seguras de lo que significa la palabra "renunciar”. En el
diccionario podemos encontrar tres definiciones de "renuncia"
1. Privarse o
prescindir de algo o de alguien.
2. Desistir de algún empeño o proyecto.
3. Hacer dejación voluntaria, dimisión o apartamiento de algo que se tiene, o se puede tener
Todos nosotros de alguna manera nos hemos visto alguna vez implicados en la decisión de renunciar. Diariamente tenemos que tomar decisiones. Las cosas que nos separan de Dios deben ser abandonadas.
3. Hacer dejación voluntaria, dimisión o apartamiento de algo que se tiene, o se puede tener
Todos nosotros de alguna manera nos hemos visto alguna vez implicados en la decisión de renunciar. Diariamente tenemos que tomar decisiones. Las cosas que nos separan de Dios deben ser abandonadas.
Podemos entender esto cuando se
trata de cosas, pero cuando se trata de personas, a menudo tenemos algo de
confusión en cuanto a nuestra responsabilidad como cristianos. Además, la
renuncia es muy difícil porque a menudo se trata de alguien cercano a
nosotros, a lo mejor la persona que no queremos perder.
Cuando Dios nos
pide que renunciemos a un ser querido, el dolor que produce el ceder a ello se
puede confundir con el sentimiento de castigo. Pero no, la renuncia no siempre
es un acto de apartar de nuestras vidas a alguien que nos pone en peligro o en
situación de pecado. Una renuncia real es una decisión madura que tomamos
en respuesta a un pedido de Dios. Cuando Dios nos pide algo, Él prueba nuestra
lealtad y perfecciona nuestra capacidad de confiar en Él.
El hecho de que
Dios nos pida renunciar a alguien es un signo alentador que nos evidencia que
hemos establecido una relación de confianza con el Creador. Él no nos pide que
renunciemos cuando esto está por encima de nuestra capacidad.
Renuncia no es
abandono; la renuncia es "entregar a alguien," el abandono es "dejar
a alguien." Cuando renunciamos a alguien que amamos, dejamos de asumir las
responsabilidades de esa persona, pero no dejamos de asumir la responsabilidad
que tenemos nosotros para con ella.
Hora de tomar decisiones y encarar situaciones de
limitaciones.
Finalmente llegamos a un punto en el que debemos reconocer nuestra propia impotencia en relación a nuestros seres queridos, sabiendo que hemos alcanzado los límites de nuestra sabiduría y del amor humano.
Finalmente llegamos a un punto en el que debemos reconocer nuestra propia impotencia en relación a nuestros seres queridos, sabiendo que hemos alcanzado los límites de nuestra sabiduría y del amor humano.
Debemos estar
dispuestos a reconocer nuestra necesidad de dejar que Dios tome el control,
reconociendo la propiedad de Dios. Debemos darnos cuenta que la persona a la
que amamos le pertenece a Dios y no a nosotros. Es posible que tengamos alguna
responsabilidad para con ella pero debemos estar claros que en última instancia
le pertenece a Dios y es su responsabilidad.
Decir a dios a
nuestras expectativas .Es posible que hayamos esperado que se cumpliesen muchas
cosas con esa persona que amamos: la esperanza de que nuestros hijos se casen y
tengan familia; los planes que hicimos con nuestro esposo o esposa cuando nos
casamos. No hay nada malo en tener esperanzas. Pero cuando llegamos al punto de
la renuncia debemos comprender que quizá estas situaciones no sucedan. Debemos
rendir nuestras expectativas, comprendiendo que Dios todavía obrar en nuestras
vidas aunque no en las formas como lo habíamos planificado.
La responsabilidad de nuestras decisiones,
otorgarle al ser amado la misma libertad que Dios nos da.
Esta es quizá la parte más difícil de la renuncia, permitir que las personas que amamos asuman las consecuencias de sus propias acciones, incluso si tienen que experimentar tragedia o dolor en el proceso. Es importante que nos demos cuenta que esto no evidencia que tengamos una falta de amor para con ellos. Como hijos, Dios nos da a cada uno de nosotros la misma libertad de elección, y su relación con nosotros es la del perfecto amor.
Esta es quizá la parte más difícil de la renuncia, permitir que las personas que amamos asuman las consecuencias de sus propias acciones, incluso si tienen que experimentar tragedia o dolor en el proceso. Es importante que nos demos cuenta que esto no evidencia que tengamos una falta de amor para con ellos. Como hijos, Dios nos da a cada uno de nosotros la misma libertad de elección, y su relación con nosotros es la del perfecto amor.
Dejar a un lado
la tentación de controlar las circunstancias.
Esto es muy práctico, tenemos que empezar a confiar realmente en la obra del Espíritu Santo.
Esto es muy práctico, tenemos que empezar a confiar realmente en la obra del Espíritu Santo.
Salir de una situación que va en contra de los
valores requiere de una visión y una
determinación que sólo puede venir de Dios. Sólo Él puede traer convicción de
pecado y deseo de cambio. Tenemos que empezar a trabajar en eso que sabemos que
es cierto: que Dios puede obrar en una persona mejor que cualquier cosa que
podamos hacer nosotros. Pero ¿Cuándo es que debemos renunciar a alguien?
Puede ser que
tengamos amigos o consejeros que nos amonesten a "dejarle", pero sólo
Dios es el único que sabe cuando en realidad estamos en condiciones de hacerlo.
Es posible que continuamente estemos "entregando" en nuestras
oraciones a alguien al Señor, pero sólo cuando venga el momento en que el Señor
nos pida que lo dejemos será cuando llegue la unción y el poder necesario para
que podamos hacerlo.
Cuando Dios ordenó a Abraham sacrificar a Isaac, no fue
cuando su hijo era un recién nacido, probablemente fue cuando era un
adolescente. Este llamado Dios vino cuando Abraham estaba listo, después de
haber visto la fidelidad de Dios que le fue manifestada en muchas
circunstancias. ¿Cuál es el propósito de la renuncia? ¿Por qué Dios nos pide
que renunciemos a alguien que amamos? Quizás nuestro razonamiento limitado nos
lleva a preguntarnos "¿Será que esté inseguro de nuestro amor hacia Él?
¿Por qué Dios nos pide una prueba de compromiso tan drástico?" Las
respuestas a estas preguntas las obtendremos en la medida que crezcamos en el
conocimiento del carácter de Dios, y comprendamos que todo lo que nos pide es
para nuestro beneficio. El objetivo de la renuncia se nos hará más claro cuando
veamos los resultados en nuestra vida: mayor seguridad y una mayor libertad.
La renuncia prueba
donde afianzamos nuestras vidas, Jesús habla de poner nuestros deseos en las
cosas de arriba, pero la mayoría de nosotros debemos admitir que nuestros
afectos son muy terrenales, nos preocupan profundamente por nuestros hijos,
nuestras familias, nuestros amigos y nuestros puestos de trabajo. Estas
preocupaciones son legítimas. Cuando Dios dice, El quiere que le amemos por
sobre todas las demás personas, pero esto no implica que no debamos amar a los
demás. Él lo que quiere es que por sobre todas las cosas nuestro mayor
compromiso sea con Él y que tengamos nuestra seguridad basada en Él. El
mundo en el que vivimos es inestable y las personas no son pilares
inquebrantables e inamovibles. La seguridad en Dios no es una opción. En
nuestras vidas tenemos la necesidad de basar nuestra seguridad en algo sólido.
Si nuestros valores y seguridades están
basados en cosas o personas inestables, la renuncia nos ayuda a deshacernos de
lo temporal y a poner nuestra base en lo eterno.
Cuando somos capaces de dejar todo en las manos de Dios a ese ser querido que tanto nos preocupa, somos libres de "montaña rusa emocional" que producían en nosotros estados de ánimos que dependen de las acciones de esa persona amada.
Cuando somos capaces de dejar todo en las manos de Dios a ese ser querido que tanto nos preocupa, somos libres de "montaña rusa emocional" que producían en nosotros estados de ánimos que dependen de las acciones de esa persona amada.
Un beneficio de la
renuncia, es que nuestras mentes y nuestros corazones son liberados para
centrarse en otras cosas y para cuidar a otras personas. Cuando estamos tan
absortos con una persona tendemos a descuidar otras relaciones y otras
responsabilidades. "Soltarle" nos permite participar en nuevas
actividades con alegría y entusiasmo.
Nos libera de la obligación de tratar de traer a esa
persona para que "vuelva" al Señor," y nos liberamos de un
sentimiento de culpabilidad por sus decisiones. Aunque no nos demos cuenta,
esta presión puede distanciar a esa persona de Dios. La renuncia nos libera de
tal manera que podamos amar a esa persona de manera más idónea y no en una
forma tan posesiva, dándole la libertad de elegir a Dios por sí misma sin
someterse a la presión de nuestras expectativas. Déjalo ir ,déjalo volar, que su amor intacto seguirá
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