Necesitamos la misma dosis de predica y práctica
Es paradójico la frecuencia
con la que nos encontrarnos con personas sumamente contradictorias: Promueven
la igualdad pero son clasistas; dicen que el dinero no es importante pero se
matan toda una vida consiguiéndolo, unos a base de trabajo otros de manera fácil,
afirman que todos tenemos dignidad pero
a la hora de encontrarse en la calle con personas como prostitutas o indigentes
corren como si éstos tuviesen lepra.
La mayoría de personas
queremos un mundo sin armas, pero salimos a celebrar cuando una persona que
consideramos mala es asesinada, no queremos
niños violentos y somos los primeros en comprarles una pistola de juguete.
Queremos un planeta libre de contaminación,
pero lanzamos al más leve descuido un plástico en la calle,
somos fumamos; extraemos arenas de los ríos
y desperdiciamos el agua como si no
fueramos a necesitarla nunca mas .
No queremos que nos critiquen destructivamente, pero no
titubeamos en señalar a los demás cuando no hacen lo que nosotros consideramos
correcto.
Nos encanta que nos halaguen y
reconozca nuestra “virtudes” pero no somos capaces de reconocer la de los demás.
Queremos que los niños no sean
maltratados pero, ¿cuántos de nosotras nos detenemos en las calles a defender a un infante que está siendo abusado,
maltratado?
¿Cuántos nos levantamos en
contra de la injusticia y elevamos nuestras voces en honor a la igualdad?
¿Cuántos somos capaces de dejar de pensar por
un momento en nosotras mismos y preocuparnos por una persona que no tiene que comer hoy, cuantas?
¿Cuánto hablan de derechos y todos los días vivimos
violentando el derecho de los demás?
Ya es normal que nos sintamos cansados
de que en esta vida todo el mundo quiera optar al título de “SANTO” pero nadie quiera
convertirse en un MILAGRO.
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