lunes, 4 de octubre de 2010

Los sueños nos ayudan a aprender



Las experiencias oníricas mejoran el procesamiento de la memoria y el aprendizaje.

El simple hecho de dormir una siesta y tener sueños relativos a una tarea que se acaba de asimilar puede ayudar a realizarla mejor cuando se despierta.

Según la investigación liderada por el doctor Matthew Walker, de la Universidad de California, un sueño corto o "cabezadita", no sólo ayuda a refrescar la retentiva, sino que, además, eleva la capacidad cerebral de aprendizaje en las personas.

Si quiere estar en mejores condiciones para dar un examen especialmente difícil, fijar mejor los nuevos conocimientos que recibe o quiere aumentar las probabilidades de aplicar con éxito las tareas o habilidades en las que se está instruyendo, ¡duerma más y mejor, y no olvide echarse una cabezadita!

No se trata de un contrasentido, ni de una invitación a la pereza. Nadie duda de la importancia de la práctica, la dedicación y la atención, a la hora de abordar cualquier tipo de aprendizaje.

Sin embargo, algunas investigaciones recientes sugieren que si a unos buenos hábitos de estudio y técnicas de aprendizaje se añade una dosis de sueño regular, la mente funciona mejor. Es decir que "quien duerme mejor, también aprende mejor".

Los sueños mejoran el procesamiento cerebral de la memoria y el aprendizaje, de acuerdo a una investigación dirigida por el doctor Robert Stickgold, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.

Las ensoñaciones podrían ser la forma en el que el cerebro manifiesta que está trabajando mientras la persona duerme, concretamente en consolidar la memoria e integrar las experiencias recientes.

Según este trabajo, las ensoñaciones podrían ser la forma en el que el cerebro manifiesta que está trabajando mientras la persona está durmiendo, concretamente en la consolidación de la memoria, integrando las experiencias recientes para ayudar a las tareas posteriores y transformando este material en información que se pueda aplicar en la vida cotidiana.

Los investigadores solicitaron a 99 personas que asistieran a una hora de entrenamiento en un "laberinto virtual".

Se trata de un ejercicio informático en el que debieron navegar en un entorno de realidad simulada en una pantalla de ordenador, para aprender los recovecos de un complejo laberinto en tres dimensiones y poder llegar a su punto final lo antes posible.

Después de entrenar, los participantes fueron asignados a una siesta de 90 minutos o a participar en actividades tranquilas. En varias oportunidades se les solicitó que describieran lo que pasaba por sus mentes o qué soñaban. Cinco horas después del ejercicio inicial, volvieron a repetir la tarea del laberinto.

Los autores del experimento comprobaron que aquellos participantes que habían dormido y descrito sueños sobre "la tarea del laberinto" demostraron al repetirla posteriormente, una mejora 10 veces superior a la exhibida por quienes durmieron la siesta y afirmaron no haber tenenido sueños relativos al laberinto.

DORMIR PARA APRENDER.

Los "soñadores describieron diversos escenarios, por ejemplo, la presencia de gente en los puntos de control de un laberinto, hallarse perdidos en una cueva de murciélagos o escuchar la música de fondo de un juego informático", ha explicado Erin Wamsley, coautora del estudio estadounidense

La siesta podría ser de gran ayuda especialmente para los jóvenes, de acuerdo a otro trabajo de investigadores estadounidenses presentado ante la Asociación Americana para el Avances de las Ciencias (AAAS, sus siglas en inglés), de EE.UU.

Según la investigación liderada por el doctor Matthew Walker, de la Universidad de California, un sueño corto o "cabezadita", no sólo ayuda a refrescar la retentiva, sino que, además, eleva la capacidad cerebral de aprendizaje en las personas.

En el estudio han participado 39 jóvenes sanos, que fueron divididos en dos grupos, uno de los cuales durmió una siesta de 90 minutos a las 2:00 de la tarde ,mientras que el otro no durmió. Cuatro horas después, los científicos solicitaron a todos los jóvenes que realizaran una serie de ejercicios de aprendizaje.

Los investigadores comprobaron que los jóvenes que durmieron la siesta puntuaron mejor en los ejercicios que aquellos que no sestearon, lo cual "refuerza la hipótesis de que dormir es necesario para almacenar la memoria a corto plazo y para abrir espacios para la nueva información", en opinión de Walker.

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