Cuando éramos niños teníamos la capacidad
de soñar, de creer que todo era posible
y de que seriamos capaces de hacer y alcanzar todo lo que nos llegaba a
la mente ;ya que teníamos mucha imaginación y energía y confiábamos que según fuera pasando el tiempo podíamos hacer lo que los adultos veían imposible.
Sin embargo, al llegar a la edad adulta, los límites que encontramos en
el camino nos llevan a la mayoría de nosotros a olvidar en gran parte los sueños que anhelábamos
realizar en nuestra infancia. Las responsabilidades que vamos adquiriendo,
los problemas dentro de la familia, con las parejas, los amigos, el trabajo,
las limitaciones del tiempo y sobre todo la económica; vivimos en una rutina
muy difícil de salir, son de los factores que hacen que al transcurrir los años
veamos nuestros sueños inalcanzables.
Nos
damos cuenta que todos los planes e ilusiones se quedaron atrás, se esfumaron, con
las innumerables difícicultades que nos trae el día a día, que
no sólo acabaron con nuestros sueños, sino que además, nos van aniquilando, donde llegamos a un punto que perdemos la capacidad de asombro,
de ilusionarnos, y la alegría de
comenzar un nuevo día .
Y es que en el camino de la vida
nos encontramos de frente con la insensibilidad, la indisciplina, la falta de respeto, la deshonestidad,
el egoísmo, la indolencia y sobre todo la falta de amor y empatía.
Pero contrariamente a lo que hemos vivido,
recordemos los anhelos de la infancia y tratemos de hacerlos realidad tal como
de niños habíamos imaginado, enriqueciendo nuestra alma, nuestra salud
espiritual y física , dejando a un lado
los falsos amigos, y enfrentando con
fortaleza las diversas dificultades que se nos presentan, para evitar que caigamos en una terrible depresión .
Debemos luchar para conservar
la ilusión, la inocencia y las ganas de vivir
como cuando éramos pequeños, ya que siempre estaremos a tiempo de recobrar todo
aquello que alguna vez deseamos, sin dejar por ello a un lado la responsabilidad que como adultos hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas.
Podemos volver a creer en nuestros sueños si confiamos en el poder del amor, abriendo
el corazón y dejando que los sueños vengan de nuestro interior, no de los que nos hicieron soñar; porque somos los artífices
de nuestras obras, somos los que debemos pintar los colores de nuestros sueños enfocándonos
en la Luz, no en la oscuridad.
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