El rasgo más hermoso
que puede acompañar la presentación del facilitador es una actitud que revele
nítidamente alegría, sensibilidad, compromiso, esfuerzo, deseo de superación,
convicción moral, y honradez intelectual.
La belleza es
vitalidad, es una fuerza interior que se irradia a través de todo el cuerpo:
gestos, movimientos, miradas, posturas, atuendos, silencios, expresiones.
La apariencia corporal es el reflejo de nuestro estado
interior. Si poseemos paz y armonía espiritual nuestras expresiones, posturas,
y movimientos lucirán más esbeltos, espontáneos y coordinados.
El facilitador tiene que mirarse, descubrir que reflejan sus
expresiones corporales, percatarse de la fuerza comunicativa que tiene y
proyecta su cuerpo en armonía.
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