La educación que se recibe en la familia, es sin duda
decisiva para madurar. Los padres no pueden estar siempre detrás de lo que
hacen sus hijos, protegiéndolos o aconsejándoles a cada minuto.
Han de estar cercanos, es cierto, pero el hijo ha de aprender
a enfrentarse a solas con la realidad, ha de aprender a darse cuenta de que hay
cosas como la frustración de un deseo intenso, la deslealtad de un amigo, la
tristeza ante las limitaciones o defectos propios o ajenos... son realidades
que cada uno ha de aprender poco a poco a superar por sí .
Por mucho que alguien te ayude, al final siempre es uno quien ha de asumir el dolor que siente, y poner el esfuerzo necesario para
superar esa frustración.
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