El virus de la tierra, está en la celda.
La transparencia de
las aguas de los mares lucen los colores
de sus especies bailando en el fondo libre.
Los animales caminan
y descansan en las calles y avenidas del pueblo.
Las aves cantan a
todo pulmón en las madrugadas, callando la ciudad de las bocinas y limpiando el pestilente olor a gasolina.
La vida silvestre
viste su mejor gala, si, está de
fiesta, la dejamos respirar.
Las golondrinas en manadas acuartelaron con su armónico canto el virus del planeta tierra, LA HUMANIDAD.
La naturaleza susurra su alegría, al apagar las Chimeneas Industriales y encerrar el virus en las celdas con muros de miedos.
En el campo se han
vuelto a escuchan las cotorras hablar su idioma, el barancoli silba y enamora,
la sigua palmera juega con el viento y el gavilán ha vuelto a volar encimas de las olas.
Ahora, mientras el planeta no huele a huevos podridos, las aves
hacen sus viajes migratorias, con sus gestos y hermosos plumajes pintando el cielo de arcoíris,
mientras el hombre duerme boca abajo.
El virus humano esta
enjaulado de rodillas, la guerra silente nos ha dejado como enanos del mundo, y
Dios nos vuelve a regalar otra
oportunidad para que aprendamos amar la
madre tierra. Doris
Rodríguez.
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